viernes, 20 de marzo de 2009

DROGA LEGAL = DROGA MORTAL

Miles, quizá millones de familias, sufren al ver cómo el alcohol y/o la droga entran y destruyen la vida de sus seres queridos: del padre o de la madre, del esposo o de la esposa, de un hijo o de un amigo.
El hecho de que las bebidas alcohólicas sean legales, incluso sean aceptadas desde el punto de vista social, agrava la situación. Los adolescentes encuentran con facilidad la cerveza en cualquier bar, en cualquier casa, en cualquier fiesta. Se acostumbran a tomar, sienten la presión del ambiente para hacer lo que resulta plenamente normal entre los coetáneos.
Los consejos de los padres y educadores no sirven casi para nada. Se “goza” tanto con un poco más de vino, se disfruta tanto con algo que, si es legal, no debe de ser tan malo...
Miles de familias saben que las drogas son algo mucho más serio que el alcohol. Por eso sufren cuando ven que alguno de sus hijos comienza a fumar las mal llamadas “drogas ligeras”, o cuando corren veloces tras las primeras dosis de sustancias más peligrosas, sean inyectables o a través de pastillas, y donde la “calidad” de las mezclas preparadas por traficantes sin escrúpulos no siempre está “garantizada”.
Ante esta situación, sorprende que existan iniciativas que harán más fácil encontrar droga. Hay quienes piden que sea legalizado su uso y consumo, y quienes dicen que tomarlas no es algo malo ni peligroso.
El esfuerzo de miles de padres para que sus hijos estuviesen lejos de las drogas ha contado, hasta ahora, con el apoyo de las leyes. Si la droga está prohibida, si el traficante o el portador son perseguidos, se hace más difícil su consumo. Pero si la ley dice que no está mal tenerla “para uso personal”, ¿cómo decirle al hijo que algo es erróneo, cuando incluso la misma ley lo permite?
Sabemos que el número de muertos al año por culpa del alcoholismo es sumamente elevado. En algunos países se trata de miles de muertes. En realidad, son muchas las víctimas de “doña cerveza” que no entran en las estadísticas, porque no siempre consta como muerto por alcoholismo el que fallece a consecuencia de enfermedades contraídas por el uso excesivo de cerveza, vino y otras bebidas más peligrosas.
Hasta ahora, el número de muertos anualmente por el consumo de droga era bastante inferior a las víctimas del alcohol. En 2000, por ejemplo, se hablaba de unos 17 mil fallecidos por el consumo ilegal de estas sustancias en Estados Unidos, mientras que el número por culpa del alcohol se calculaba en 85 mil.
Pero si los estupefacientes se convierten en algo legal, el número de muertes por esta causa se disparará, quizá incluso hasta puede llegar a niveles superiores a las producidas por el abuso de bebidas etílicas.
La sociedad tiene que reaccionar ante la situación que se crearía allí donde llegue a permitirse tener droga “para uso personal”. Los traficantes gozarán de más libertad (aunque nos digan lo contrario), aumentará la demanda de esta sustancia, los consumidores verán más fácil la compra de algo que ya dejó de estar prohibido.
Pero sobre todo, muchos adolescentes nacidos en un mundo hedonista que no les ha enseñado a renunciar al capricho, quedarán “enganchados” por falsos amigos que les llevarán a iniciarse en el macabro mundo de la droga.
La reacción debe ser un mayor cuidado en las escuelas para que nadie pueda dar dosis a los más pequeños o a los adolescentes. En las casas, para ver si realmente los padres ofrecen a los hijos una educación que les permita ser fuertes ante la marejada de vicio que se acerca.
En las parroquias para que los sacerdotes y catequistas enseñen a los niños y adolescentes a cuidar su salud, a decir no a placeres fáciles que destruyen neuronas y que provocan estados sumamente peligrosos de euforia o de falta de conciencia, en los que puede ocurrir prácticamente todo (violaciones, orgías, crímenes, suicidios, accidentes de tráfico).
La droga legal, digámoslo con franqueza, es droga mortal. Quizá, incluso, es una señal de alarma de que algo en la sociedad está sumamente enfermo.
Los jóvenes merecen mucho de la clase política y de los educadores. La lucha contra los estupefacientes nos afecta a todos. La droga mata, también cuando deja en vida a cadáveres ambulantes carentes de voluntad e incapaces de un trato sano con sus familiares y amigos.
Cuando es legal va contra el drogadicto y su familia. Hay que volver a modelos educativos “fuertes” y definidos en los que sepamos descubrir virtudes como la templanza y el autocontrol, para frenar un hedonismo vacío de principios rectos que esclaviza a placeres asesinos.
Frente a las propuestas de legalización de las drogas podemos dar nuestro sí a la vida sana y llena de las virtudes más genuinas del ser humano: el trabajo, el estudio, la solidaridad, la justicia, el amor.
Estamos a tiempo. Quizá incluso para detener leyes asesinas, para difundir valores de esperanza, para enseñar que la vida vale tanto que por ella podemos sacrificar cualquier placer efímero: porque así podremos invertirla en amores verdaderos que duran en el tiempo y en lo eterno.
Fernando Pascual

1 comentario:

Anónimo dijo...

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