En el boletín fecha del 11 de agosto de 2005 de Noticias Globales, Juan Bacigaluppi sacó a la luz los estudios realizados el 29 de julio de ese mismo año, en los que la Agencia Internacional de Investigación en Cáncer (IARC), la cual depende de la Organización Mundial de la Salud, calificó de altamente cancerígenos a los anticonceptivos orales basados en la combinación estrógenos-progestágenos, e incluyó a este tipo de contraceptivos en el “Grupo 1”, en el que figuran aquellos productos “sobre los que hay suficientes evidencias de que son cancerígenos en humanos”.
De acuerdo a la IARC, este tipo de anticonceptivos hormonales combinados son los de uso más común, y se calcula “que los toman 100 millones de mujeres”; es decir, el 10 por ciento de todas las mujeres en edad reproductiva del mundo.
La declaración de la agencia internacional dependiente de la OMS, no sorprendió a quienes desde hace años han insistido en el mismo tema. Por ejemplo, en 2003 el Instituto Nacional del Cáncer (NCI) de Estados Unidos, fue una de las últimas instituciones que se sumó a la lista de asociaciones científicas que denunciaron “el sustancial aumento de varios tipos de cáncer en las pacientes tratadas con anticonceptivos orales”. Aumento especialmente significativo en cáncer de mama, cáncer cervical, y cáncer de hígado.
Pero más allá del cáncer de mama, útero u ovarios que puedan estar causando estos anticonceptivos, el más peligroso de todos es el cáncer que ya están causando a la sociedad: están invadiéndola con el cáncer de la permisividad.
Los anticonceptivos no sólo son una bomba de hormonas que afecta de manera rotunda el ciclo menstrual de la mujer; son también una bomba de ideas que están invadiendo nuestra sociedad, sobre todo esa absurda idea del sexo seguro.
Mediante la mercadotecnia, quieren que la juventud experimente las relaciones sexuales con la “seguridad” de no tener embarazos no deseados, pero lo único seguro de este tipo de relaciones sexuales es que son carentes de todo sentido, seguro que no se aman, seguro que no hay compromiso en la pareja, seguro que están haciendo de sus cuerpos un objeto de mero placer, y seguro que tarde o temprano verás las consecuencias de no vivir una sexualidad sana.
El cáncer que hoy invade nuestra sociedad la está degenerando, está creando ciudadanos promiscuos y totalmente erotizados. Este cáncer no sólo se previene dejando de consumir estas bombas de hormonas, sino infundiendo los valores perennes que poco a poco se están perdiendo en la sociedad: el valor del respeto por la persona del sexo opuesto, el valor del pudor, el valor de la castidad (inclusive la castidad conyugal, que muchas veces se deja en el olvido), y un largo etcétera.
Está en nuestras manos detener este tipo de cáncer, tanto el físico como el moral. ¡Los valores son la clave!
Josué Rivas Camacho
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