REDACCION HO.- El especialista en células madre de la universidad de Oxford, Richard Gardner, asesor de la Autoridad Embriológica y de Fertilización Humana de Gran Bretaña, ha declarado que los riñones y los hígados de los fetos abortados deberían donarse a las personas que los necesiten. Gardner ha tenido la delicadeza de no añadir "y que puedan pagar por ellos".
La vanguardia de los abortistas parece dispuesta a apretar el acelerador. Superada la eugenesia, que dan por supuesta (Gardner investiga con células madre), empiezan a plantear el exterminio de seres humanos en términos económicos (rentabilidad, aprovechamiento) y ecológicos (reutilización).
Gardner se ha referido a la donación de órganos de fetos abortados como la "solución más realista" ante la carestía de hígados y riñones.
Según este científico, ambos órganos escasean y existe más demanda que oferta, por lo que sería estupendo utilizar los abortos para aliviar las tensiones de este mercado.
Richard Gardner, a quien la reina Isabel II le concedió el título de sir, pertenece a la Real Sociedad de Ginecología y sostiene que los riñones fetales trasplantados a ratones ya han dado un gran porcentaje de éxito, por lo que considera que se está desechando mucho material útil para los trasplantes, y se muestra muy sorprendido ante el hecho de que a nadie se le haya ocurrido todavía que los millones de abortos que se perpetran todos los años en el mundo no estén siendo ya utilizados.
Gardner hizo su propuesta en el curso de una conferencia, tras la que recibió el apoyo de algunos de sus colegas. El obstetra británico y profesor de ginecología Stuart Campbell se apresuró a afirmar:
"Si los bebés van a ser aniquilados, es una pena desperdiciar sus órganos."
Los argumentos "curativos" que emplea Gardner para defender su propuesta son los mismos que utilizan los defensores de los "bebés medicamento": los fetos servirían para curar enfermedades y salvar vidas. Gardner se ha encargado de vincular el alto número de personas que esperan una donación de riñón o hígado con la sobreabundancia de abortos.
En cuanto tomen cartas en el asunto los muy intervencionistas gobiernos occidentales, el debate, apenas en sus comienzos, derivará sin duda en la necesidad de crear un mercado regulado de fetos, lo que conllevará de manera inmediata la aparición del consiguiente mercado negro, como existe ya un mercado regulado de óvulos para fecundaciones artificiales y su correspondiente mercado negro, o el mercado negro de órganos para trasplantes.
La vanguardia de los abortistas parece dispuesta a apretar el acelerador. Superada la eugenesia, que dan por supuesta (Gardner investiga con células madre), empiezan a plantear el exterminio de seres humanos en términos económicos (rentabilidad, aprovechamiento) y ecológicos (reutilización).
Gardner se ha referido a la donación de órganos de fetos abortados como la "solución más realista" ante la carestía de hígados y riñones.
Según este científico, ambos órganos escasean y existe más demanda que oferta, por lo que sería estupendo utilizar los abortos para aliviar las tensiones de este mercado.
Richard Gardner, a quien la reina Isabel II le concedió el título de sir, pertenece a la Real Sociedad de Ginecología y sostiene que los riñones fetales trasplantados a ratones ya han dado un gran porcentaje de éxito, por lo que considera que se está desechando mucho material útil para los trasplantes, y se muestra muy sorprendido ante el hecho de que a nadie se le haya ocurrido todavía que los millones de abortos que se perpetran todos los años en el mundo no estén siendo ya utilizados.
Gardner hizo su propuesta en el curso de una conferencia, tras la que recibió el apoyo de algunos de sus colegas. El obstetra británico y profesor de ginecología Stuart Campbell se apresuró a afirmar:
"Si los bebés van a ser aniquilados, es una pena desperdiciar sus órganos."
Los argumentos "curativos" que emplea Gardner para defender su propuesta son los mismos que utilizan los defensores de los "bebés medicamento": los fetos servirían para curar enfermedades y salvar vidas. Gardner se ha encargado de vincular el alto número de personas que esperan una donación de riñón o hígado con la sobreabundancia de abortos.
En cuanto tomen cartas en el asunto los muy intervencionistas gobiernos occidentales, el debate, apenas en sus comienzos, derivará sin duda en la necesidad de crear un mercado regulado de fetos, lo que conllevará de manera inmediata la aparición del consiguiente mercado negro, como existe ya un mercado regulado de óvulos para fecundaciones artificiales y su correspondiente mercado negro, o el mercado negro de órganos para trasplantes.
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