Un controvertido científico, Panayiotis Zavos, asegura haber clonado catorce embriones humanos y haber implantado once de ellos en los úteros de cuatro mujeres que deseaban tener un bebé clonado, desafiando de esta manera todos los límites legales y éticos.
Aunque ninguno de esos bebés ha llegado a prosperar, este doctor de origen chipriota y nacionalidad estadounidense ha dado un nuevo paso para que el gran negocio de la clonación se instale en nuestra sociedad. Sólo es cuestión de tiempo.
Según informa Europa Press, el proceso de clonación fue filmado por un productor independiente de documentales que confirmó al diario The Independent que la intervención tuvo lugar y que las mujeres receptoras de embriones clonados eran conscientes de ello. El documental fue emitido este miércoles, 22 de abril, por Discovery Channel.
De esta forma, Zavos ha roto el tabú de transferir embriones clonados al útero humano, una práctica que es considerada delito criminal en el Reino Unido e ilegal en la mayoría de países.
Es por ello que el científico clonador, que cuenta con clínicas de fertilidad en Kentucky y en Chipre, ha realizado sus investigaciones y experimentos en un laboratorio secreto, probablemente localizado en Oriente Medio, donde no existen cortapisas legales a la clonación.
Por la tecnología hacia el gran negocio
En cualquier caso, como él mismo ha declarado, su experimento es el “primer paso” de sus serios intentos de producir un niño clonado producto de células de la piel de ‘su padre”. Ahora bien, antes, el científico tendrá que superar problemas de efectos secundarios parecidos a los que se enfrentó el profesor Ian Wilmut, creador de la oveja Dolly, ya que la técnica empleada por ambos es la misma. Wilmut tuvo que reconocer el fracaso de sus investigaciones tras la cruel muerte del animal por envejecimiento prematuro.
A pesar de ello, Zavos no duda en proclamar que “no existe absolutamente duda al respecto, y puede que yo no sea uno de los que lo consigan, pero la clonación de niños es algo cada vez más próximo. No existe posibilidad de que no ocurra”.
“La clonación va a llegar. Si intensificamos nuestros esfuerzos podemos tener un bebé clonado en uno o dos años”, añadió. Y no parece que el discutido científico ande muy errado en sus predicciones, porque todo apunta a que la clonación acabará siendo una realidad, antes o después, si los Estados no se deciden a poner límites estrictos a este tipo de experimentos.
Cabe recordar que no hace tanto tiempo que la legislación prohibía destruir embriones o congelarlos, una situación que ha durado hasta que se ha visto clara la utilidad económica del embrión.
Así, las restricciones a la clonación humana durarán lo mismo que se ha tardado en dar luz verde a la manipulación o destrucción de embriones, lo que se tarde en perfeccionar técnicas clonadoras como la de Zavos y se vaya mentalizando a la sociedad del ‘buenismo’ de esas investigaciones.
La demanda: ‘recuperar’ un hijo e ‘inmortalidad’
La razón principal de continuar experimentando con la clonación no está precisamente en supuestas razones humanitarias, como se intenta justificar por parte de los defensores de la investigación clonadora y de algunas empresas biotecnológicas, sino que se trata de un gran negocio basado en una cierta demanda.
En cualquier caso, como él mismo ha declarado, su experimento es el “primer paso” de sus serios intentos de producir un niño clonado producto de células de la piel de ‘su padre”. Ahora bien, antes, el científico tendrá que superar problemas de efectos secundarios parecidos a los que se enfrentó el profesor Ian Wilmut, creador de la oveja Dolly, ya que la técnica empleada por ambos es la misma. Wilmut tuvo que reconocer el fracaso de sus investigaciones tras la cruel muerte del animal por envejecimiento prematuro.
A pesar de ello, Zavos no duda en proclamar que “no existe absolutamente duda al respecto, y puede que yo no sea uno de los que lo consigan, pero la clonación de niños es algo cada vez más próximo. No existe posibilidad de que no ocurra”.
“La clonación va a llegar. Si intensificamos nuestros esfuerzos podemos tener un bebé clonado en uno o dos años”, añadió. Y no parece que el discutido científico ande muy errado en sus predicciones, porque todo apunta a que la clonación acabará siendo una realidad, antes o después, si los Estados no se deciden a poner límites estrictos a este tipo de experimentos.
Cabe recordar que no hace tanto tiempo que la legislación prohibía destruir embriones o congelarlos, una situación que ha durado hasta que se ha visto clara la utilidad económica del embrión.
Así, las restricciones a la clonación humana durarán lo mismo que se ha tardado en dar luz verde a la manipulación o destrucción de embriones, lo que se tarde en perfeccionar técnicas clonadoras como la de Zavos y se vaya mentalizando a la sociedad del ‘buenismo’ de esas investigaciones.
La demanda: ‘recuperar’ un hijo e ‘inmortalidad’
La razón principal de continuar experimentando con la clonación no está precisamente en supuestas razones humanitarias, como se intenta justificar por parte de los defensores de la investigación clonadora y de algunas empresas biotecnológicas, sino que se trata de un gran negocio basado en una cierta demanda.
En este caso, la demanda tiene dos líneas bastante definidas: La primera, la de aquellos que han perdido un hijo y pretenden recuperarlo a través de la clonación, algo a todas luces imposible porque esos padres nunca recuperarán a su hijo muerto. En todo caso, tendrán otro hijo con la imagen del fallecido.
La segunda, la de quienes tienen una falsa idea de la inmortalidad y pretenden trascender mediante técnicas que les permitan ‘reencarnarse’ en un nuevo ser a su imagen y semejanza.
Según asegura ‘Panos’ Davos, él ya tiene sobre la mesa más de cien solicitudes de personas que quieren someterse al tratamiento para tener un hijo clonado; y eso que cada programa de clonación tiene un precio que oscila entre los 35.000 y 58.000 euros.
Camino a la eugenesia
Por otra parte, otra de las cuestiones en el campo de la biotecnología que está suscitando debate, la de los bebés ‘a la carta’, ha dado también un paso adelante en España al aprobar este martes, día 21, la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida (CNRHA) la selección de embriones para evitar el cáncer.
Cuando aún está reciente el caso de Andrés, el niño andaluz aquejado de una anemia grave que se salvó gracias al cordón umbilical de su hermano, concebido por selección genética de embriones, la CNRHA aprobó que se pueda emplear la técnica para que una pareja pueda tener una hija libre de las mutaciones genéticas que predisponen al cáncer de mama.
Hay que recordar en este punto que estas técnicas implican la destrucción sistemática de embriones y que esos embriones se destruyen a la espera de “casi un milagro”, como recordaba el propio presidente de la CNRHA, Augusto Silva.
El diagnóstico genético preimplantatorio no es cosa fácil, hasta el punto de que entre los nueve casos aprobados por la comisión este último fue el único que tuvo éxito desde que en 2006 se hizo efectiva la ley que regula estas prácticas.
Nada se puede objetar ante el deseo de unos padres por tener un hijo totalmente sano, pero sí cabe preguntarse acerca de si los medios para conseguir un bebé ‘ideal’ no estarán encaminados hacia una nueva concepción de la eugenesia.
Con el diagnóstico prenatal generalizado y los bebés ‘a la carta’ lo que se está haciendo es impedir cualquier tipo de anormalidad en el nacimiento a través de la selección de embriones, algo que, en cierta manera, tiene puntos en común con el sueño eugenésico nazi.
Hacia una gran desigualdad social
Al mismo tiempo, las consecuencias sociales de todo este tipo de prácticas biotecnológicas podrían encaminarnos, casi con toda seguridad, hacia una gran desigualdad social con dos grupos de ciudadanos bien definidos.
En el primer grupo estarían aquellos privilegiados que puedan costearse este tipo de intervenciones para poder obtener hijos ‘perfectos’ o la ansiada ‘inmortalidad’ en el cuerpo de otro con nuestra apariencia. En el segundo, todos los demás, o sea los que no tendrán medios económicos para beneficiarse de estas técnicas.
La segunda, la de quienes tienen una falsa idea de la inmortalidad y pretenden trascender mediante técnicas que les permitan ‘reencarnarse’ en un nuevo ser a su imagen y semejanza.
Según asegura ‘Panos’ Davos, él ya tiene sobre la mesa más de cien solicitudes de personas que quieren someterse al tratamiento para tener un hijo clonado; y eso que cada programa de clonación tiene un precio que oscila entre los 35.000 y 58.000 euros.
Camino a la eugenesia
Por otra parte, otra de las cuestiones en el campo de la biotecnología que está suscitando debate, la de los bebés ‘a la carta’, ha dado también un paso adelante en España al aprobar este martes, día 21, la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida (CNRHA) la selección de embriones para evitar el cáncer.
Cuando aún está reciente el caso de Andrés, el niño andaluz aquejado de una anemia grave que se salvó gracias al cordón umbilical de su hermano, concebido por selección genética de embriones, la CNRHA aprobó que se pueda emplear la técnica para que una pareja pueda tener una hija libre de las mutaciones genéticas que predisponen al cáncer de mama.
Hay que recordar en este punto que estas técnicas implican la destrucción sistemática de embriones y que esos embriones se destruyen a la espera de “casi un milagro”, como recordaba el propio presidente de la CNRHA, Augusto Silva.
El diagnóstico genético preimplantatorio no es cosa fácil, hasta el punto de que entre los nueve casos aprobados por la comisión este último fue el único que tuvo éxito desde que en 2006 se hizo efectiva la ley que regula estas prácticas.
Nada se puede objetar ante el deseo de unos padres por tener un hijo totalmente sano, pero sí cabe preguntarse acerca de si los medios para conseguir un bebé ‘ideal’ no estarán encaminados hacia una nueva concepción de la eugenesia.
Con el diagnóstico prenatal generalizado y los bebés ‘a la carta’ lo que se está haciendo es impedir cualquier tipo de anormalidad en el nacimiento a través de la selección de embriones, algo que, en cierta manera, tiene puntos en común con el sueño eugenésico nazi.
Hacia una gran desigualdad social
Al mismo tiempo, las consecuencias sociales de todo este tipo de prácticas biotecnológicas podrían encaminarnos, casi con toda seguridad, hacia una gran desigualdad social con dos grupos de ciudadanos bien definidos.
En el primer grupo estarían aquellos privilegiados que puedan costearse este tipo de intervenciones para poder obtener hijos ‘perfectos’ o la ansiada ‘inmortalidad’ en el cuerpo de otro con nuestra apariencia. En el segundo, todos los demás, o sea los que no tendrán medios económicos para beneficiarse de estas técnicas.
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