CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 5 diciembre 2008 (ZENIT.org).- La Iglesia no hace política al cumplir con su misión de promoción de la dignidad de la persona, aclaró Benedicto XVI al recibir este viernes al nuevo embajador de Argentina ante la Santa Sede.
Lo que la Iglesia busca, añadió en el discurso que entregó a Juan Pablo Cafiero (San Isidro, 1953), es cooperar con las diferentes instancias sociales para promover "la justicia, la paz, la reconciliación, la solidaridad".
Tras haber transmitido su cordial saludo a la presidenta de la nación, Cristina Fernández de Kirchner, el pontífice explicó que "la Iglesia, en el ejercicio de la misión que le es propia, busca en todo momento promover la dignidad de la persona y elevarla de modo integral para el beneficio de todos".
En este contexto, aclaró, "la fe en Cristo ha impulsado en Argentina numerosas iniciativas benéficas y asistenciales tanto en las diócesis como a través de institutos religiosos y asociaciones laicales".
De este modo, constató, "la solicitud y actividad eclesial, centrándose particularmente en el campo espiritual y moral, se ha irradiado también, y con peculiar intensidad, en ámbitos sanitarios, culturales, educativos, laborales y de atención a los menesterosos".
El obispo de Roma mostró al nuevo embajador cómo la libertad religiosa no tiene sólo una dimensión privada y persona, sino también social.
"Con sus obras, la comunidad católica persigue únicamente dar un testimonio de caridad y proyectar sobre las conciencias la luz del Evangelio, para que el hombre encuentre una plenitud de vida que se trasluzca en una digna conducta individual y en una convivencia responsable y armónica, de recíproca comprensión y perdón".
A este respecto, el sucesor del apóstol Pedro consideró que de particular trascendencia "evitar aquellas actitudes que deterioren la fraternidad y el mutuo entendimiento, dando vigor, en cambio, a lo que favorezca el sentido de responsabilidad cívica con vistas al bien de toda la sociedad".
Desde esa perspectiva, dijo, "la Iglesia, sin pretender convertirse en un sujeto político, aspira, con la independencia de su autoridad moral, a cooperar leal y abiertamente con todos los responsables del orden temporal en el noble diseño de lograr una civilización de la justicia, la paz, la reconciliación, la solidaridad, y de aquellas otras pautas que nunca se podrán derogar ni dejar a merced de consensos partidistas, pues están grabadas en el corazón humano y responden a la verdad".
En este sentido, siguió explicando Benedicto XVI, "la presencia de Dios tanto en la conciencia de cada hombre como en el ámbito público es un apoyo firme para el respeto de los derechos fundamentales de la persona y la edificación de una sociedad cimentada en ellos".
Por este motivo el discurso del Papa se convirtió en un llamamiento para que "se robustezca el diálogo y la colaboración entre las autoridades argentinas y el episcopado de esa nación en aras del bien común de toda la población".
De los 40 millones de habitantes de Argentina, según algunas estadísticas, el 92% son católicos, el 2% protestantes, el 2% judíos y un 4% profesa otras creencias.
En su discurso, el pontífice aseguró que "los argentinos saben bien que ocupan un puesto de singular relieve en el corazón del Papa".
Al mismo tiempo, reconociendo sus "hondas tradiciones cristianas", así como la "generosidad y altura de miras" de esa nación, alentó a los argentino a considerar este patrimonio "como una herencia que hay que conservar, como un tesoro del que continuamente puede extraerse fortaleza para afrontar el presente, ofreciéndolo también como don precioso a las nuevas generaciones".
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