martes, 24 de noviembre de 2009

EL MIEDO ISLÁMICO A LA "IDEOLOGÍA DE GÉNERO"

Madrid (España), 24 Nov. 09 (AICA)
Un gran acierto se apuntó la organización del XI Congreso de Católicos y Vida Pública al invitar, en la rueda de prensa de su presentación, a una personalidad de la talla del doctor egipcio en Medicina Munir Farag, director del Instituto San Giuseppe de Bioética, para hablar del aborto y la vida en los países musulmanes, según lo relata Manuel Cruz en una nota publicada en el boletín electrónico de la arquidiócesis de Madrid, “Análisis Digital”.
Afirmó el doctor Farag algo que apenas se conoce en el mundo occidental y que, en el fondo, pone el dedo en la llaga sobre el fracaso de la “Alianza de Civilizaciones”: el miedo que existe en el mundo islámico a la modernización de la vida social y política como consecuencia de la expansión que está teniendo en nuestro entorno la llamada “ideología de género”.
Vale la pena recordar, a este propósito, lo que tiempo atrás decía el entonces cardenal Ratzinger sobre esta nueva corriente de pensamiento de raíces claramente marxistas: que la ideología de género es la última rebelión de la criatura contra su condición de criatura y que con ella “el hombre moderno pretende librarse incluso de las exigencias de su propio cuerpo: se considera un ser autónomo que se construye a sí mismo; una pura voluntad que se autocrea y se convierte en un dios para sí mismo”.
Como resultado de esta ideología, importada en España por Rodríguez Zapatero y la vicepresidenta Fernández de la Vega, entre otros, se ha introducido ya en nuestra legislación el “matrimonio” homosexual, la asignatura obligatoria de “Educación para la Ciudadanía” y ahora se pretende declarar el aborto como un derecho de la mujer, además de impartir una educación sexual claramente adoctrinadora a los escolares a partir de los once años de edad. La argumentación esencial de esta ideología ha sido claramente descrita por la escritora norteamericana Dale O'Leary quien, en su libro ya clásico “La agenda del género: redefinir la igualdad”, denuncia los excesos de esta doctrina que considera a la masculinidad y la feminidad como “construcciones sociales”.
Según esta teoría, el ser humano nace sexualmente neutro; más tarde es “socializado” hasta convertirse en hombre o mujer; esta “socialización”, dicen, afecta a la mujer negativa e injustamente. Por ello, su objetivo es deconstruir todos los modelos de comportamiento individual y social, incluidas las relaciones sexuales y familiares. “Ven a la mujer –dice O´Leary- como la clase oprimida porque debe soportar los embarazos y ocuparse de criar a sus hijos. Y concluyen que la única forma de eliminar esa opresión es eliminar la maternidad como función femenina”.
Más aún: Las feministas radicales –como Bibiana Aído o Teresa Fernández de la Vega, digamos por caso- piensan que las mujeres que desean casarse y tener hijos han sido seducidas y engañadas por los hombres. Así, consideran que las mujeres que no desean ese tipo de cosas no solo creen que se han “liberado” de tal engaño sino que tratan de “liberar” a las demás mujeres, les guste o no, de sus deseos de tener familia y de ser madres. Y lo curioso es que este programa, tan opuesto a los sentimientos naturales de la mayoría de las mujeres ha podido arraigase en nuestra sociedad gracias al activismo del feminismo radical.
Recordados estos conceptos, se entiende mucho mejor la actitud proclive de tantas sociedades musulmanas a caer en el radicalismo islamista como una especie de autodefensa contra la “contaminación” ideológica del mundo occidental. Ciertamente, estas sociedades han caído en el extremo opuesto, al prescribir legalmente –salvo en casos excepcionales, como en Marruecos- la marginación de la mujer, obligada a llevar el velo y, en algunos casos, a no estudiar siquiera, ni conducir vehículos o caminar solas por la calle. En este sentido se están cometiendo continuos excesos amparados por una aplicación estricta de la “sharía” o ley islámica, como la lapidación pública de mujeres acusadas a la ligera de adulterio.
Puede que todo esto ocurriera igualmente sin necesidad de que intervenga ese “miedo” a la modernidad occidental que impide una mayor apertura de las sociedades musulmanas a la igualdad entre hombre y mujer. Pero lo que realmente ha levantado una muralla de incomprensión es la acogida que, en buena parte de la sociedad europea, ha tenido la ideología de género cuyo objetivo perverso es destruir la identidad cristiana del viejo continente. De ahí el fracaso de la “Alianza de Civilizaciones” de un Zapatero que desconoce las raíces religiosas y morales del mundo islámico al que nunca podrá imponer –como está haciendo en España- la menor tolerancia al aborto, a la libertad de elección de sexo contra la propia naturaleza humana y demás costumbres observadas desde la Media Luna como perversiones morales y jurídicas.
No podrá existir en este sentido un diálogo auténtico entre europeos laicistas que desprecian la religión de sus antepasados y los musulmanes, que hacen de la religión la brújula de su vida pública y privada. Esto es lo que vino a decir Munir Farag en la presentación del congreso “Católicos y Vida Pública”, que aspira a mantener bien despierta a una parte de la sociedad que reclama la presencia de su fe en la vida pública y que, paradójicamente, puede hacer posible el diálogo con otras civilizaciones en la medida que no renuncia a su propia identidad.

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