La Conferencia Episcopal norteamericana aprobó por unanimidad, el 13 de junio, en la asamblea plenaria que reunió a 192 obispos en Orlando, Florida, una declaración que condena la investigación con células madre embrionarias. La declaración, que tiene como fuentes dos intervenciones de Benedicto XVI y a la encíclica Evangelium vitae, se refiere a ese tipo de investigación llamándola asesinato, y condena los argumentos que pretenden justificarla.
Los obispos prometieron otro documento sobre la llamada “fertilización in vitro”, raíz de los actuales abusos y aberraciones contra los embriones humanos.
La obtención de células madre embrionarias -dice el documento- "implica el asesinato deliberado de seres humanos inocentes, un acto gravemente inmoral (…) El verdadero servicio a la humanidad comienza con el respeto a todas y a cada vida humana".
"Algunos investigadores, eticistas y políticos afirman que es posible matar directamente embriones de seres humanos como si fueran meros objetos de investigación”, y hacen a los contribuyentes cómplices de esos asesinatos a través del uso de fondos públicos aplicados a esas investigaciones.
Como ocurrió con el aborto, los obispos se dirigen a los católicos y a los no católicos por igual, declarando inmoral la investigación con células madre embrionarias porque viola la ley natural válida para todos cualquiera sea su religión. Fundamentalmente el documento sale al paso de los argumentos usados para justificar esas investigaciones.
El fin no justifica los medios: "El falso supuesto de que un fin bueno puede justificar el asesinato directo ha sido origen de muchos males en nuestro mundo. Esta ética utilitarista llevó a consecuencias desastrosas sobre todo cuando se utilizó para justificar experimentos letales con seres humanos en nombre del progreso" (…) “La misma ética que justifica la supresión de algunas vidas para ayudar a los pacientes con Parkinson o Alzheimer, puede utilizarse para sacrificar a estos pacientes el día de mañana”, si llegaran a ser considerados como una desventaja para otros considerados de mayor utilidad o más productivos.
El embrión es un ser humano: "Desde la concepción en adelante, un embrión es tan miembro de la especie humana como cualquiera de nosotros”. (…) “Desde el punto de vista biológico este nuevo organismo vivo tiene la dotación completa de genes humanos (…) y se desarrolla en una forma que es exclusiva de los seres humanos” (…) “Cada uno de nosotros alguna vez fue un adolescente, un niño, un recién nacido, un niño no-nacido en el útero materno, cada uno de nosotros fue una vez un embrión”. (…) “Cada ser humano tiene una dignidad inherente por el hecho de ser miembro de la especie humana” (…), “si los derechos fundamentales como la derecho a la vida se asentaran en las habilidades o cualidades que pueden aparecer o desaparecer, crecer o disminuir, manifestarse en menor o mayor grado, no existirían derechos humanos inherentes, no habría verdadera igualdad entre los seres humanos, sólo existirían los privilegios de los más fuertes”. Recuerdan también los obispos que la Declaración de Independencia de los Estados Unidos se basó en que todos los seres humanos han sido creados iguales por Dios, aunque incluso algunos de sus firmantes no obraran con esta convicción.
En el mismo sentido, el documento rechaza el argumento de que es lícito usar en para investigación embriones “no deseados”, “sobrantes” de las técnicas de fecundación artificial (fecundación asistida, fecundación in vitro) con la excusa que de todos modos van a morir. “La validez de este argumento es sencillamente nula. En última instancia cada uno de nosotros va a morir, pero nadie tiene derecho matarnos”.
La declaración defiende la necesidad de mantenerse firmes contra la investigación con células madre embrionarias también con el fin de evitar prácticas como la clonación, la clonación terapéutica, los intentos de crear híbridos combinando material genético de seres humanos y de animales.
“Por consiguiente, instamos a todos los católicos y personas de buena voluntad a unirse a nosotros para reafirmar, en este contexto de la investigación con células madre embrionarias, que ‘la matanza de criaturas humanas inocentes, incluso si se lleva a cabo para ayudar a los demás, constituye un acto absolutamente inaceptable’ (Juan Pablo II, encíclica Evangelium vitae, n° 63)".
Los obispos terminan haciendo un llamado a fundar una sociedad realmente humana, en la que la investigación científica respete las normas de la moral natural honrando la dignidad de cada ser humano. A la vez que alientan a continuar la investigación con células madres adultas: “La naturaleza nos da amplios recursos para conseguir progresar en los tratamientos médicos sin violar gravemente las normas morales. Por ejemplo, las células madre de tejidos adultos y la sangre del cordón umbilical ahora se sabe que son mucho más versátiles de lo que alguna vez se pensó”.
Al presentar el documento el arzobispo de Kansas, Mons. Joseph Naumann prometió otra declaración para dentro de poco tiempo “dirigida especialmente a los católicos y las parejas casadas, incluidas las que luchan con la infertilidad, para explicar la doctrina de la Iglesia sobre las tecnologías reproductivas como fertilización ‘in vitro’ (fecundación artificial, fecundación asistida)”. No podemos olvidar que en el origen de las aberraciones antinaturales de la experimentación con embriones humanos está la llamada fecundación o fertilización “in vitro”. FIN, 16-06-08
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