martes, 3 de junio de 2008

EEUU: EL ENTIERRO MÁS GRANDE DEL MUNDO

Magaly Llaguno
Directora Ejecutiva de VHI

Víctimas del holocausto del aborto legal

En el 2003, fue aprobada una ley en Chile que obliga a las clínicas y a los hospitales a entregar los restos de bebés que no llegaron a nacer o que nacieron muertos, en el caso de que así lo requieran sus familiares. Esta buena noticia me hizo recordar un evento sucedido en EEUU hace casi 20 años.

En 1982, nueve años después de haber sido legalizado el aborto en EEUU, un hombre de nombre Malvin Weisberg, era dueño de un negocio llamado M.A.L., el cual se dedicaba a recoger los cadáveres de los bebés abortados, principalmente en la ciudad de Los Angeles (California). Este señor colocó a un patólogo para que examinara dichos cadáveres y les enviara el informe de laboratorio a los médicos que practicaron los abortos. Medi-Cal (el gobierno) pagaba por casi todo en su negocio. Puesto que le costaba mucho disponer de los cadáveres que se le iban acumulando, Weisberg decidió alquilar un contenedor para almacenarlos y lo colocó al fondo de su lujosa casa. Cuando no pagó el alquiler del contenedor, el dueño mandó recogerlo.

Cuando los trabajadores trataron de mover ese contenedor de metal que estaba tan lleno, debido al peso cayó al suelo. Al abrir las puertas de aquella enorme caja de metal sintieron un terrible olor y pudieron ver muchísimos cadáveres regados por todos lados. Uno de los trabajadores describió la escena como " zona de guerra", y contó que vio un cadáver sin cabeza rodando por el suelo.

El Departamento de Salud del Condado de Los Angeles comenzó el proceso de trasladar los cadáveres a las oficinas del patólogo. Algunos de los bebés habían sido abortados hacía dos años y un número de ellos tenían 30 semanas de concebidos. Todos habían sido descuartizados con cuchillos quirúrjicos o a través del envenenamiento salino, el cual se usaba en aquel entonces. Ahora ese método está en desuso debido al riesgo que presenta para la mujer. El terrible olor, la constante presencia de las moscas y el horrible espectáculo de todos aquellos cadáveres de bebés destrozados, dificultó mucho la labor de la autopsia para los patólogos.

Muchos de los cadáveres todavía tenían etiquetas que identificaban al médico que los abortó.

A petición del Feminist Women's Health Center, un negocio para la práctica del aborto legal, la organización American Civil Liberties Union entabló una demanda contra el Condado de Los Angeles, para que se incineraran y no se enterraran, los cadáveres de esos bebitos abortados. Por supuesto, ellos estaban concientes de que al celebrar un servicio funeral por ellos y enterrarlos, se estaría admitiendo que se trataba de seres humanos.

Ronald Reagan, quien en aquel entonces era presidente de EEUU, envió una carta a un miembro de la Asociación Médica Provida de California, expresando su dolor por lo ocurrido a esas inocentes criaturas, y pidiendo que se les hiciera un servicio funeral. El 30 de mayo de 1982, funcionarios del gobierno estatal celebraron una conferencia de prensa para pedirle al fiscal John Van de Kamp, que permitiera se ése se llevara a cabo. Durante dicha conferencia se mostraron fotos de los cadáveres a la prensa. Varios reporteros se enfurecieron y dijeron que las fotos eran ilegales. El Senador Roberti, uno de los funcionarios del gobierno que participaron en la conferencia de prensa, les gritó a esos periodistas: "En Auschwitz se tomaron fotos".

Después de una larga batalla en las cortes entre el Condado de Los Angeles y la industria del aborto, 16,433 cadáveres fueron enterrados en un cementerio al este de la ciudad de Los Angeles, el 6 de octubre de 1985. Durante el entierro, miembros de una organización llamada "Americans Committed to Loving the Unwanted" llevaron a cabo un servicio de oración en el cual participaron funcionarios públicos, clérigos y otros ciudadanos. Mientras guardias de la Marina estaban parados en atención, todos los sarcófagos fueron enterrados. Un funcionario público dio un responso a petición del ya fallecido ex- presidente Reagan, quien dijo que había rogado a Dios para que esos niños no hubieran muerto en vano.

La clínica de abortos legales de donde provinieron la mayoría de los cadáveres, perdió su licencia debido a la horrible muerte de varias mujeres y a violaciones del Código de Salud. Sólo una de esas muertes maternas llegó a juicio: la de Belinda Byrd, cuyos familiares recibieron $425,000 en 1990. El mismo médico que le practicó a Belinda el aborto y la dejó desangrarse, practicó otros 76 abortos en la misma clínica ese día. El dueñode la clínica la vendió a otro famoso abortero llamado Edward Allred, quien vive en California, y todavía está matando inocentes bebés, en las últimas etapas de su desarrollo prenatal.

Hoy en día en EEUU generalmente no se entierra a los bebés deliberadamente abortados; simplemente se les manda a incinerar. Muchos de ellos van a parar al alcantarillado de la ciudad donde fueron abortados.

Recemos todos por las inocentes criaturas en riesgo de ser abortadas, por sus mamás y por todas las personas involucradas en el aborto, para que Dios les haga comprender lo horrible que es este crimen.

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