viernes, 6 de junio de 2008

EL 60 ANIVERSARIO DE LA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DDHH

Adolfo J. Castañeda
Director de Programas Educativos de VHI

Este año se cumplen 60 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por parte de la ONU en 1948. La Declaración surgió poco después de concluida la II Guerra Mundial, uno de los más devastadores conflictos que ha sufrido la humanidad.

Las celebraciones que surgirán durante este año estarán marcadas por luces y sombras al mismo tiempo.

No se podrá negar que el haber plasmado 30 artículos que defienden los más fundamentales derechos de las personas ha sido un gran logro. Tampoco se podrá negar que ha sido un gran logro también el que no pocas naciones se hayan comprometido con el respeto a dichos derechos.

Sin embargo, también se proyecta una pesada sombra sobre la recordación de ese magno evento. El propio Papa Juan Pablo II, de feliz memoria, con ocasión del 50 aniversario de dicha Declaración en 1998, expresó lo siguiente: “Una sombra se cierne sobre el aniversario” [1]. La razón por la cual el Pontífice expresó esa preocupación es porque, si bien hay una cierta claridad global en torno a cuáles son los derechos fundamentales de las personas, no la hay respecto al fundamento de dichos derechos [1]. En realidad, lo que sí hay es una gran confusión respecto al sujeto de los mismos, es decir, respecto a la persona humana y su dignidad. No se tiene un concepto claro y sólido de lo que significa ser persona ni tampoco del carácter objetivo y moralmente vinculante de su dignidad.

Para Juan Pablo II, como también para Benedicto XVI, así como para muchos en la Iglesia Católica y también fuera de ella, sí está claro qué significa ser persona. La persona humana es un ser compuesto de alma y cuerpo, con una capacidad inherente (no necesariamente actual) para conocer y amar. El ser humano es un alma encarnada o un cuerpo animado. Ni es ángel ni tampoco es un mero animal.

Por la revelación divina, sabemos que toda persona humana posee una dignidad, es decir, un valor, intrínseco y absoluto (cf. Gén 1:27). Por la razón natural y la experiencia humana, sabemos igualmente que toda persona humana posee esa dignidad, es decir, ese valor que posee por el mero hecho de ser persona y no por su estado de salud, edad, color de la piel, estatus económico o social, o cualquier otra condición accidental.

Lamentablemente, no todos tienen esta convicción, al menos no en la práctica. La misma ONU, que proclamó los Derechos Universales del Hombre hace 60 años, viola sistemáticamente el primero y más fundamental de esos derechos: el derecho a la vida. De hecho, ni siquiera el primer artículo de la Declaración es claro en este punto, porque si bien afirma el derecho a la vida, no dice cuándo comienza ese derecho. La ONU se ha negado a proclamar con toda claridad que el derecho inviolable a la vida de cada persona humana comienza en el mismo momento en que comienza su existencia: en la concepción. Por ello, la ONU se ha convertido en una de las organizaciones más abortistas en todo el mundo [2].

Esta contradicción debe ser causa de una profunda reflexión. Habrá que retomar el tema en futuros artículos.

Notas:
[1]. Véase: Edgard Pentin, “United States Ambassador Glendon: ‘My Role Is to Find Common Ground’”, National Catholic Register, No. del 4 al 10 de mayo del 2008, http://ncregister.com/site/article/14787. El autor agradece a la Lic. Marlene Gillette, abogada y gran colaboradora de VHI, la gentileza de haberle enviado esta fuente.
[2]. Para obtener más información acerca de la ONU, la IPPF y otras organizaciones internacionales antivida, visite, en el portal de VHI, http://www.vidahumana.org/, los siguientes enlaces:
http://www.vidahumana.org/vidafam/onu/onu_index.html.
http://www.vidahumana.org/vidafam/ippf/ippf_index.html.
http://www.vidahumana.org/vidafam/muerte/cultura_index.html.

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