El periodista y profesor de la Universidad de Panamá Miguel A. Espino Perigault analiza en este artículo remitido a HO la "actuación torcida" de dos importantes ONGs: Human Rights Watch (HRW) y Amnistía Internacional (AI), principalmente en lo referente al derecho a la vida.
Miguel A. Espino Perigault, Periodista y Profesor de la Universidad de Panamá.- El torcimiento de los derechos humanos sucede cuando quienes dicen defenderlos actúan selectivamente y con prejuicios, demostrando así su mala fe, o su ignorancia supina sobre el valor universal de la persona y el de la vida humana, supuesto tema de sus preocupaciones. No todas las organizaciones no gubernamentales y grupos interesados en la defensa de los derechos humanos actúan torcidamente. Pero, dos importantes y mundialmente conocidas, si lo hacen.
Estas son Human Rights Watch (HRW) y Amnistía Internacional (AI). En los positivo, ambas han desarrollado una extraordinaria labor en varios campos de los derechos humanos, lo que les ha merecido el reconocimiento internacional; aunque también han visto reprobadas algunas de sus acciones y omisiones. Tanto AI como HRW han sido acusadas, por grupos del medio oriente, de servir a los intereses políticos de algunos países occidentales, sobre todo a los de Estados Unidos.
Los conceptos "Derechos humanos", "democracia" y "libertad", son utilizados y manipulados maliciosamente por políticos demagogos y oportunistas; de allí el torcimiento del significado conferido a estos términos y a otros del acontecer político. Quizá por ello, el escritor uruguayo, Mario Benedetti, ha sugerido que, junto al concepto "derechos humanos" intencionalmente mal interpretado, se hable también de los "izquierdos humanos", para poner las cosas claras, según sugiere.
La irónica sugerencia del escritor se aplica muy bien tanto a Human Rights Watch como a Amnistía Internacional, organizaciones que han torcido el significado del concepto. A ésta última puede recriminársele el haber perdido el sentido original de la misión que una vez se comprometió cumplir cabalmente y preguntársele si acaso sus dirigentes entienden la palabra "derechos" como el escritor uruguayo piensa que la entienden los políticos demagogos y oportunistas. La burla le caería también a estas dos organizaciones.
El concepto de derechos humanos ha evolucionado y se ha enriquecido; pero, al parecer, ni AI ni HRW se han dado cuenta. Hace un par de años, en el 2006, el presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, cardenal Renato Martino, denunció la traición de Amnistía Internacional a sus principios y propósitos iniciales de "defender la vida sin excepción"; objetivo señalado por su fundador, el abogado británico católico, Peter Benenson, en el año 1961. La traición consiste en el hecho de que Amnistía Internacional ha decidido apoyar y promover el aborto como un derecho de la mujer, sin tomar en cuenta, también, el superior derecho de los no nacidos, seres humanos inocentes e indefensos a quienes se les provoca la muerte. Hay una contradicción en el hecho de que la organización lucha con denuedo, al igual que HRW, para abolir la pena de muerte en todas las legislaciones; noble causa que busca proteger la vida de criminales condenados tras un juicio y a quienes se les dio la oportunidad de defenderse. Sin embargo, esta oportunidad se les niega a los no nacidos. La Iglesia Católica, defensora de la vida, y que apoyaba moral y económicamente a AI, le ha retirado ese apoyo. El Vaticano ha denunciado, junto a los grupos pro vida y a numerosos analistas políticos internacionales, la existencia de una campaña mundial a favor del aborto; una campaña promovida por agencias especializadas de las Naciones Unidas (que funcionan con fondos de los países miembros) y por organismos financieros de desarrollo. Las campañas reivindican supuestos derechos humanos (torcidamente interpretados) favorables a la mujer, los cuales le confieren la opción de escoger libremente si el ser humano que lleva e el vientre debe nacer o no.
Human Rights Watch, surgido de una propuesta organizada tras la conferencia de Helsinki, en el año 1978, para vigilar el cumplimiento de los derechos humanos en la antigua Unión Soviética, se extendió hacia una cobertura geográfica mundial e incluyó en su campo de interés los derechos enunciados en la Carta de las Naciones Unidas. En el desarrollo y ampliación de sus temas de lucha, ha sostenido la bandera de los derechos reproductivos de la mujer, incluido el aborto, como la opción libre y personal (Pro-choice), mencionada.
Frente a la postura científica de que la vida se inicia en el vientre de la mujer desde la concepción, defendida por los grupos pro vida, los movimientos pro-aborto plantean el problema con toda clase de argumentos, caprichosos los más, para negar el derecho a nacer a quien científicamente se comprueba que es un ser vivo.
El tema ha dejado de ser un asunto privado, como reclaman que debe mantenerse, según los abortistas, y se ha convertido, como debe ser, en un asunto de dimensión universal como la vida misma, el supremo valor.
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