El presidente estadounidense vuelve a las tradicionales políticas neoimperialistas de control de la natalidad en países en vías de desarrollo
El recién estrenado presidente Barack Obama ha aprovechado el 36 aniversario de la sentencia Roe vs. Wade, que ratificó el derecho al aborto en los Estados Unidos, para recuperar las tradicionales políticas neoimperialistas de control de natalidad y respaldar la internacional del aborto.
Obama ha puesto en marcha su agenda ética y ha eliminado el veto a las subvenciones a grupos pro aborto en países en vías de desarrollo. Y lo ha hecho sustentándose en tres argumentos que, a día de hoy, han quedado desfasados y superados a la vista de numerosos estudios sociales y científicos.
El primero de ellos considera que los países en vías de desarrollo sólo podrán crecer con una reducción significativa de la natalidad; el segundo afirma que la natalidad en estos países acentúa el impacto y deterioro ambiental; y el tercero se basa en el concepto de ‘salud reproductiva’.
La natalidad, factor de crecimiento
La primera de estas falacias se fundamenta en la superpoblación de muchos de los países pobres y antepone a esta situación un control de la natalidad que justifique la práctica indiscriminada del aborto.
Sin embargo, la natalidad, si cuenta con el apoyo de las administraciones, se ha mostrado como una herramienta indispensable para favorecer el crecimiento económico de los países pobres.
Actualmente, es un hecho probado que el capital humano es un factor de crecimiento y no de pobreza. Es lo que se llama desarrollo económico endógeno, que, a diferencia del exógeno, emerge desde el propio país y no depende del exterior.
Se puede añadir que el gran problema de países con superpoblación, como África o China, no es en esencia la natalidad, sino el envejecimiento de la población. Un envejecimiento que se puede paliar precisamente a través de la natalidad.
El impacto ambiental, en los países ricos
En cuanto al segundo argumento, el del supuesto impacto ambiental que causan los habitantes de los países en vías de desarrollo, habría que recordar que no son las personas en sí mismas quienes lo provocan, sino el desmedido consumo que practican.
En ese sentido, el consumo de la población en los países pobres no se puede decir que sea precisamente desaforado. Se trata más bien de un cínico argumento, dado que es el consumo de los países ricos el que más daña el medioambiente.
¿Salud reproductiva o riesgo psíquico y físico?
Una vez desmontados estos dos primeros argumentos, a las políticas neoimperialistas de natalidad aún les queda un tercero: el de la supuesta ‘salud reproductiva’.
Al amparo de este tergiversado concepto, se sigue así destruyendo capital humano con una premisa también falsa, dado que la mejor manera de cuidar la salud de las mujeres es mejorar el sistema sanitario y no fomentar el aborto.
Como hemos informado en repetidas ocasiones, la práctica del aborto comporta un riesgo no sólo psíquico sino también físico para las mujeres que los grupos abortistas tienden a silenciar ante las mujeres que abortan.
Políticas neoimperialistas, una tradición
Por otra parte, cabe recordar que las políticas neoimperialistas de control de natalidad se remontan a los años sesenta y han permitido a los sucesivos responsables de la Casa Blanca, salvo algunas excepciones, favorecer a entidades privadas que fomentan el aborto en países pobres.
Este sistema se vino reproduciendo desde ese tiempo hasta que se produjo una ruptura en 1981, con la llegada de Ronald Reagan a la presidencia de los Estados Unidos.
Las firmes convicciones morales y religiosas de Reagan pusieron veto a estas subvenciones y tradición pro-abortista, aunque posteriormente las reactivó Bill Clinton. Y vuelta a empezar con la política estadounidense de apoyo al aborto en países en vías de desarrollo.
Posteriormente, con la llegada de Bush a la Casa Blanca, el veto a las políticas abortistas se hizo presente de nuevo; y, ahora, tras su reciente toma de posesión, Barack Obama vuelve a recuperar la tradición neoimperialista en torno al aborto.
Al amparo de la sentencia Roe vs. Wade
La decisión del flamante presidente norteamericano se basa en la sentencia de 1973 conocida como Roe vs. Wade, por el nombre de los litigantes, que justifica el aborto como una consecuencia del derecho a la privacidad y a decidir de la mujer, y niega la repercusión social del acto de abortar.
El pasado jueves, 22 de enero, se cumplieron 36 años de esa polémica sentencia, que prescinde de toda consideración sobre la naturaleza del hecho en sí, amparándose en que no se sabe cuando empieza la vida humana.
Pero, también este argumento ha quedado absolutamente desfasado, por cuanto la vida humana empieza a partir de la concepción, como por ejemplo reconoció una sentencia del Tribunal Constitucional español hace ya 23 años.
A la vista de los datos expuestos, se puede concluir que, tras la decisión de Obama, se esconde el deseo del Gobierno estadounidense de ejercer un control sobre la población de los países en vías de desarrollo.
Ahora bien, al mismo tiempo, en Estados Unidos se reduce el aborto y se ponen en práctica políticas natalistas. Es debido precisamente a esas políticas que la tasa de natalidad norteamericana es prácticamente la equivalente a la tasa de reposición.
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