Un funcionario vaticano publicó una nota aclaratoria en nombre del Cardenal Ennio Antonelli, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia, ante la manipulación de ciertos medios de prensa mexicanos sobre las referencias a la homosexualidad que el Purpurado hizo en esta capital.
El subsecretario del Consejo Pontificio para la Familia, Padre Carlos Simón Vázquez, publicó la nota en la que se subrayan tres aspectos de la homosexualidad ante las "diversas interpretaciones a la referencia a la homosexualidad hecha por el Cardenal Ennio Antonelli en su discurso de apertura del Congreso de Teología Pastoral de México".
La nota precisa lo siguiente:
1. La homosexualidad no es un componente necesario de la sociedad, como lo es la familia. La sociedad se organiza en torno a la relación de pareja formada por un hombre y una mujer. Ellos se encuentran en el origen de la vida conyugal y de la vida familiar. En este sentido, la pareja y la familia entra en el campo de la vida social y, por lo tanto, de la ley civil. La relación entre dos personas del mismo sexo no es equivalente a una relación de pareja que se basa en la diferencia sexual. Estas dos situaciones dependen de estructuras que no son de la misma naturaleza. La relación homosexual no entra en este campo social. Es, por lo tanto, una cuestión privada. El legislador comete un error antropológico cuando quiere organizar socialmente la homosexualidad. Corre el riesgo de provocar una confusión intelectual, de identidad y relacional. No hay que olvidar que la confusión favorece frecuentemente la inseguridad, la inestabilidad de las relaciones y la violencia cuando el legislador no respeta el sentido fundamental de las relaciones humanas.
La familia es un bien común de la humanidad que no se encuentra a la libre disposición del legislador para responder a las reivindicaciones subjetivas y problemáticas de la época actual. El deseo individual no puede estar en el origen de la ley. Aquí nos encontramos en presencia de una confusión entre el derecho, que es del dominio público, y el deseo, que depende del sujeto.
2) Afirmando que la homosexualidad es un hecho privado, el presidente del Pontificio Consejo para la Familia no pretendió justificarla. El cardenal simplemente subrayo que la homosexualidad no contribuye favorablemente a la estructuración de las personas y de la sociedad. El ejercicio de la homosexualidad no refleja la verdad de la amistad. La amistad es inherente a la condición humana, en la que se dan relaciones de proximidad, apoyo y cooperación, en un clima cortés y afable. La amistad debe vivirse en la castidad.
3) La Iglesia mantiene la preocupación de acoger y acompañar a las personas homosexuales. Toda persona que tiene dificultades para vivir rectamente la sexualidad está llamada a encontrarse con Cristo y a vivir, en consecuencia, de acuerdo con las exigencias de la libertad y la responsabilidad de la fe, la esperanza y la caridad. En cambio, es contrario a la verdad de la identidad humana y al designio de Dios vivir una experiencia homosexual, una relación de este tipo, y más aún el pretender reivindicar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Son contrarios a los verdaderos intereses de las personas y a las necesidades de la sociedad. Constituyen una transgresión del sentido del amor tal como Dios nos lo ha revelado a través del mensaje de Cristo, del cual la Iglesia es servidora, como expresión de la caridad a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
El subsecretario del Consejo Pontificio para la Familia, Padre Carlos Simón Vázquez, publicó la nota en la que se subrayan tres aspectos de la homosexualidad ante las "diversas interpretaciones a la referencia a la homosexualidad hecha por el Cardenal Ennio Antonelli en su discurso de apertura del Congreso de Teología Pastoral de México".
La nota precisa lo siguiente:
1. La homosexualidad no es un componente necesario de la sociedad, como lo es la familia. La sociedad se organiza en torno a la relación de pareja formada por un hombre y una mujer. Ellos se encuentran en el origen de la vida conyugal y de la vida familiar. En este sentido, la pareja y la familia entra en el campo de la vida social y, por lo tanto, de la ley civil. La relación entre dos personas del mismo sexo no es equivalente a una relación de pareja que se basa en la diferencia sexual. Estas dos situaciones dependen de estructuras que no son de la misma naturaleza. La relación homosexual no entra en este campo social. Es, por lo tanto, una cuestión privada. El legislador comete un error antropológico cuando quiere organizar socialmente la homosexualidad. Corre el riesgo de provocar una confusión intelectual, de identidad y relacional. No hay que olvidar que la confusión favorece frecuentemente la inseguridad, la inestabilidad de las relaciones y la violencia cuando el legislador no respeta el sentido fundamental de las relaciones humanas.
La familia es un bien común de la humanidad que no se encuentra a la libre disposición del legislador para responder a las reivindicaciones subjetivas y problemáticas de la época actual. El deseo individual no puede estar en el origen de la ley. Aquí nos encontramos en presencia de una confusión entre el derecho, que es del dominio público, y el deseo, que depende del sujeto.
2) Afirmando que la homosexualidad es un hecho privado, el presidente del Pontificio Consejo para la Familia no pretendió justificarla. El cardenal simplemente subrayo que la homosexualidad no contribuye favorablemente a la estructuración de las personas y de la sociedad. El ejercicio de la homosexualidad no refleja la verdad de la amistad. La amistad es inherente a la condición humana, en la que se dan relaciones de proximidad, apoyo y cooperación, en un clima cortés y afable. La amistad debe vivirse en la castidad.
3) La Iglesia mantiene la preocupación de acoger y acompañar a las personas homosexuales. Toda persona que tiene dificultades para vivir rectamente la sexualidad está llamada a encontrarse con Cristo y a vivir, en consecuencia, de acuerdo con las exigencias de la libertad y la responsabilidad de la fe, la esperanza y la caridad. En cambio, es contrario a la verdad de la identidad humana y al designio de Dios vivir una experiencia homosexual, una relación de este tipo, y más aún el pretender reivindicar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Son contrarios a los verdaderos intereses de las personas y a las necesidades de la sociedad. Constituyen una transgresión del sentido del amor tal como Dios nos lo ha revelado a través del mensaje de Cristo, del cual la Iglesia es servidora, como expresión de la caridad a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
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