El obispo de Nueve de Julio, monseñor Martín de Elizalde OSB, advirtió que “la difusión de una actitud favorable a la práctica del aborto, o al menos tolerante hacia quienes lo propugnan, como una solución a determinadas situaciones dolorosas y complejas, o peor aún como un medio para reducir la natalidad o evitar los embarazos eventuales, desconoce el sentido de la vida y es un abuso de la libertad concedida al hombre para orientar su conducta”.
“El aborto es un crimen, porque elimina una vida inocente. Es una acción egoísta, porque solo tiene en cuenta a intereses particulares. Debilita el espíritu que da origen a la familia, que debe ser edificada sobre el amor en la oblación de los cónyuges y se prolonga en la vida de los hijos”, aseguró en un mensaje con motivo del Día del Niño por Nacer, ocasión en la que llamó a unirse en oración y participar de la Eucaristía, para rogar “a Dios Nuestro Señor, por la intercesión de María Santísima, que aleje de nosotros el grave peligro de una mayor difusión del aborto y transforme los corazones de los responsables de la Patria, para que sean solícitos defensores de la vida”.
El prelado sostuvo que “el aborto destruye una vida indefensa y castiga a quien no es culpable de falta alguna. Al desconocer la disposición que Dios estableció para la trasmisión de la vida, y que tiene su ejemplo más preclaro en el misterio de la Encarnación, se convierte en un modelo nuevo, aberrante, de muerte y no de vida, de exclusión y no de acogida, de egoísmo y no de generosidad”. “Esta cultura de la muerte tiende a imponerse, ante la indiferencia de muchos en nuestra sociedad. Por la vía judicial y legislativa, se ha ido abriendo camino, y parece que cuenta con una protección y una promoción mayores y más difundidas que las propuestas que respetan la vida y amparan al inocente”, recordó.
El prelado aclaró además que “la única víctima no es el niño no nacido; es víctima la madre, llevada a cometer un crimen horrendo y sufrir en primera persona las consecuencias de él; es víctima la familia toda, por esta herida infligida en lo más sagrado, la vida, que es la que da trascendencia al amor de los padres en la continuidad de su prole. Es víctima la sociedad, especialmente en sus miembros más indefensos, los jóvenes, los pobres, porque se la habitúa a convivir con la muerte y a aceptar como una causa justa la que es producto del egoísmo y del materialismo”.
“Nuestro país no es excepción, y sufre también el ataque de la cultura de la muerte. Insensiblemente nos podemos ir acostumbrando a ello. La pérdida de los valores, el vaciamiento de la identidad, la desnaturalización de las instituciones, llevan a esta indiferencia”, lamentó.
Por último, monseñor Elizalde llamó a pedir “la inteligencia y la fuerza para difundir la verdad y permanecer adheridos a ella” y “la elocuencia y la capacidad para emplear los medios oportunos que ayuden a nuestros hermanos”, e instó a confortar “a los que han sufrido y sufren la duda y el combate interior, para salvar la vida naciente y hacer más plena y feliz la de quienes tienen la hermosa misión de acompañarla y orientarla”, y a permanecer “junto a la verdad del Evangelio y hagamos resonar la voz de la Iglesia, que nos invita a ser custodios de la vida”.
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