SE PROPAGA EL SIDA EN NUEVA YORK

El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) se ha amoldado al ritmo apasionado de Nueva York. Los últimos pormenores sobre la enfermedad del SIDA, según informa el Departamento de Salud, exhiben que la difusión del virus de la muerte es superior al porcentaje que se reconoce a nivel nacional.
Los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de EU, manifiestan que por cada 100 mil neoyorquinos 72 están contagiados, comparado con una media de 23 por cada 100 mil ciudadanos en el resto del país.
“Las razones de esa disparidad son, en parte, demográficas”, precisa el departamento. Las autoridades declaran que los grupos de población más aquejados por la epidemia tienen una elevada presencia en la ciudad de Nueva York que, con más de 100 mil habitantes infectados, ha sido calificada como el epicentro de la plaga en Estados Unidos.
Actualmente, la tasa de incidencia es de 117 contagios por cada 100 mil hombres, mientras que entre las mujeres es de 33 por cada 100 mil, lo que vence, en ambos casos, la media nacional, según informa The New York Times. Además, las mujeres de linaje negro toleraron el 46 por ciento de los nuevos contagios, seguidas por los hispanos en el 32 por ciento y los blancos en el 21 por ciento.
Las relaciones homosexuales fueron la principal vía de transmisión del VIH/SIDA en el 50 por ciento de los casos, mientras que el sexo heterosexual es la causa del 22 por ciento de las infecciones, y el consumo de drogas por vía intravenosa del 8 por ciento.
La metrópoli de Manhattan es la más aquejada por la plaga, con el 35 por ciento de los nuevos contagios. Por detrás siguen Brooklyn con el 26 por ciento, el Bronx con el 19 y Queens con el 17 por ciento.
El SIDA es una lacra que está relacionada con las personas que no respetan ningún tipo de ética. Alguien dijo que Dios perdona siempre, el hombre algunas veces, pero la naturaleza, nunca.
La resistencia de la naturaleza se debe a que, al preservar sus leyes, sabe que las cosas marchan mejor. Cuando el hombre trata de modificarlas acaba siendo esclavo de su propia vileza.

Clemente Ferrer Roselló