La Iglesia Católica ha sido pionera en el lanzamiento de la reflexión en torno a la legislación, a partir de la organización de foros, edición de libros, realización de documentales, que invitan a la sociedad a interesarse, a informarse, y a comprender qué significan e implican los diferentes temas a revisarse, y posiblemente cambiarse en la legislación francesa, en lo referente a la bioética.
El pasado jueves 27 de mayo, la Catedral de Notre Dame, en París, abrió su puertas a miles de fieles y personas interesadas en la bioética, para realizar una vigilia de oración por la vida.
El cardenal André Vingt-Trois, Arzobispo de París, dijo que el objetivo de esta vigilia por la vida es “pedir la Gracia de vivir verdaderamente el respeto de toda vida humana, orar con y por los que han estado expuestos a decisiones difíciles y dolorosas, pedir por los médicos, los investigadores, las personas que trabajan por la salud, por los que buscan los medios para aligerar el sufrimiento y el miedo de otros, así como por los gobernantes y políticos responsables de tomar las decisiones”.
El Arzobispo de París indicó que “el progreso considerable de la medicina y de la técnica permite salvar vidas, pero por otro lado también suscita interrogantes. ¿Cómo no transformar al ser humano en instrumento?”… Asimismo, recordó a los cristianos su compromiso con un Evangelio de la vida.
Las leyes de la bioética a revisarse incluyen temas como: la donación de órganos, la asistencia médica en la procreación (donación de óvulos y esperma), investigación médica con embriones humanos y células embrionarias, predicción de enfermedades a partir del cribado genético, etc.
Temas todos ellos encaminados, sin duda, a la solución de problemas médicos que, sin embargo, podrían, según expertos, degenerar en problemas sociales, psicológicos, y morales importantes.
Tal es el caso de los hijos de donaciones de óvulo y esperma, quienes tendrían todo el derecho a conocer a sus padres biológicos, frente al derecho de aquella persona que ha donado o vendido su esperma o su óvulo, pero que no desea de sentirse responsable de paternidad alguna.
Las cuestiones económicas y de retribución por las donaciones, no están ausentes en la reflexión de lo que podría convertirse en un negocio redondo.
La Vigilia por la Vida incluyó, además de la oración, la presentación de testimonios, tales como el de parejas que han sido invitadas a abortar por malformaciones de sus bebés, doctores que experimentan la incomprensión ante su negativa de practicar abortos, familias que no han podido tener niños, entre otros.
Ante este sufrimiento claro y evidente, el Cardenal André Vingt-Trois insistió en que la Iglesia no puede aceptar que la imperfección es una condenación a muerte o que la procreación es una culpabilidad.
“No podemos tomarnos el derecho de hacer una selección y condenar a aquellos seres humanos que nos parecen imperfectos; no podemos aceptar que la relación de amor entre un hombre y una mujer, se transforme en una relación de miedo”.
Al final de la vigilia se invitó a continuar esta acción a través de una novena a concluirse el 7 de junio, domingo de la Trinidad. La oración propuesta fue compuesta por Juan Pablo II, en la Encíclica Evangelium Vitae (1995).
La oración fue distribuida al reverso de una imagen de la Visitación de María a su prima Isabel, y repartida de mano propia de los obispos presentes a los feligreses.
Lucero Velasco
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