ROMA, domingo, 6 julio 2008 (ZENIT.org).- Vivir juntos antes del matrimonio es una práctica muy común para las parejas de muchos países. Muchos lo defienden basándose en que permite a los futuros marido y mujer conocerse mejor mutuamente.
Sin embargo, existen evidencias abundantes de que la cohabitación es más un obstáculo que una ventaja a la hora de prepararse al matrimonio. Michael y Harriet McManus publicaban hace poco "Living Together: Myths, Risks and Answers" (Vivir Juntos: Mitos, Riesgos y Respuestas) (Howard Books), que documenta su investigación sobre este tema.
Los autores, fundadores de la organización Marriage Savers, advierten que las parejas que cohabitan antes del matrimonio tienen más probabilidades de divorciarse después. Hay una gran diferencia, afirman, entre un lazo permanente como el matrimonio y el vivir juntos en una relación condicional.
Lo típico de la cohabitación es que los dos individuos estén más preocupados en obtener satisfacción de la otra persona, escriben. En el matrimonio, en contraste, los esposos tienden a centrarse más en dar satisfacción a la otra persona.
Uno de los mayores problemas con la cohabitación, explica el libro, es que las dos partes suelen comenzar a vivir juntos por motivos muy diversos. Mientras que muchas mujeres lo consideran como un paso hacia el matrimonio, los hombres lo hacen por conveniencia, y no como un compromiso en firme.
Injusticias
Además, los autores citan estudios que muestran que la cohabitación típica no es una división al 50-50 de los gastos y cartas. Las mujeres tienden a aportar más, tanto en términos monetarios como de trabajo doméstico.
Numerosos estudios recientes demuestran también que las agresiones físicas contra mujeres son mucho más comunes entre parejas en cohabitación que entre parejas casadas. La violencia grave y el asesinato están mucho más presentes entre parejas que no están casadas.
Otra preocupación es el bienestar de los hijos. Michael y Harriet McManus apuntan que el 41% de las parejas que vivían en cohabitación en Estados Unidos en el 2003 tenían hijos menores de 18 años viviendo con ellas.
Los niños de las parejas que conviven sin estar casadas tienen grandes desventajas. Comparados con los hijos de parejas casadas, tienen un mayor índice de delincuencia, les va peor en los estudios, y sufren psicológicamente del ambiente de un hogar inestable.
Un informe publicado en junio por el National Marriage Project de la Universidad Rutgers aportaba más información detallada sobre los peligros de la cohabitación. Su autor es el experto en familia y matrimonio David Popenoe. El estudio titulado "Cohabitation, Marriage and Chile Wellbeing: A Cross-National Perspective" (Cohabitación, Matrimonio y Bienestar de los Hijos: una Perspectiva Nacional" comienza por indicar: "Ningún cambio en los tiempos modernos ha influido más, y más dramáticamente y con tanta rapidez, como la cohabitación heterosexual fuera del matrimonio".
Popenoe citaba datos de las cifras de Estados Unidos del 2002 que muestran que más del 50% de las mujeres entre 19 y 44 años han cohabitado durante alguna época de sus vidas. Mientras que el índice de cohabitación se ha disparado, el índice de matrimonio se ha reducido mucho, añadía.
Preocupación social
"La cohabitación en lugar del matrimonio debería considerarse una preocupación social importante", advertía Popenoe. Explicaba que abundante investigación demuestra las claras ventajas de las parejas casadas, que son normalmente más felices, más sanas y les va mejor económicamente.
La investigación apunta también a una significativa reducción de estas ventajas si una pareja convive sin estar casada.
Popenoe coincidía con el libro de los McManus en cuanto a las desventajas para los hijos. Dado que las parejas que cohabitan tienen un índice de ruptura mayor en comparación con las parejas casadas, esto trae consigo más estrés y tensión para los hijos. Mayores índices de abuso infantil y más violencia familiar también tienen generan problemas para los niños.
Estas desventajas para los hijos, comentaba Popenoe, también tienen mucho que ver con la tendencia mayor en la vida familiar de los últimos años de pasar de que los padres casados críen a los hijos a que sean criados por un solo progenitor, normalmente la madre. En gran número de países hay un 50% de probabilidades de que un niño pase algún tiempo viviendo sólo con un progenitor antes de alcanzar la edad adulta.
Esto surge tanto de nacimientos fuera del matrimonio como de rupturas después del nacimiento. La cohabitación es un factor muy alto debido a los nacimientos en parejas no casadas. También tiene su responsabilidad el mayor índice de rupturas de las parejas en cohabitación que tienen hijos - que más del doble que en las parejas casadas con hijos.
Popenoe atribuye el alto índice de rupturas a la falta de compromisos de las parejas que en cohabitación, un punto mencionado también en el libro de los McManus. Quienes cohabitan, afirmaba, "tienden a tener un sentido de la identidad de la pareja más débil, menos voluntad de sacrificarse por el otro, y menor deseo de ver que la relación se proyecte a largo plazo".
Citaba un estudio llevado a cabo en Estados Unidos que calculaba que las parejas en cohabitación tienen un índice de rupturas cinco veces mayor que las parejas casadas.
El caso europeo
Popenoe también consideraba la situación en Europa, donde la cohabitación se ha extendido incluso más que en Estados Unidos. En Europa del Norte y Central, además de en el Reino Unido, el 90% de las parejas viven juntos antes de casarse.
En general, comentaba Popenoe, casi todos estos países, además de otros como Australia y Nueva Zelanda, se dirigen a índices de cohabitación tan altos como los encontrados en Escandinavia.
En respuesta a estos cambios muchos gobiernos han introducido diversas legislaciones para reconocer a las parejas de hecho que otorgan una serie de ventajas legales a las parejas que registran su relación.
Todavía no está claro, observaba, si la legislación sigue a los cambios sociales, o si ella misma ha impulsado también el aumento de la cohabitación. Es probable, sin embargo, opinaba Popenoe, que el dar reconocimiento legal a la cohabitación debilite el estatus del matrimonio.
"No puede haber dudas de que el aumento de la cohabitación no marital en las naciones modernas ha debilitado gravemente la institución del matrimonio, y ha contribuido mucho al aumento sustancial y continuado de los nacimientos fuera del matrimonio y de las familias monoparentales", concluía Popenoe al final de su análisis.
Desde el punto de vista del bienestar de la sociedad y de los hijos la cohabitación tiene pocas ventajas, sostenía. Incluso en algunos países europeos con sistemas de bienestar muy buenos que respaldan a los hijos aun así hay una diferencia sustancial en sus bienestar entre los niños que crecen en familias intactas y los que no.
Compromiso de por vida
El matrimonio y la familia han sido uno de los temas examinados por Benedicto XVI en su reciente visita a Estados Unidos. Durante la celebración de las vísperas con los obispos el 16 de abril, el Papa mostraba su "profunda preocupación" por la situación de la familia.
El pontífice comentaba que la vida familia no es sólo donde podemos vivir la experiencia de la justicia y el amor, sino también el lugar primario de la evangelización y la transmisión de la fe.
Observaba que además del aumento de divorcios, muchos hombres y mujeres jóvenes eligen posponer el matrimonio o renunciar a él.
"Algunos jóvenes católicos consideran el vínculo sacramental del matrimonio poco distinto de una unión civil, o lo entienden incluso como un simple acuerdo para vivir con otra persona de modo informal y sin estabilidad", observaba el Santo Padre.
"Está simplemente ausente la recíproca autodonación de los novios a la manera de Cristo, mediante el sello de una promesa pública de vivir las exigencias de un compromiso indisoluble para toda la existencia", añadía.
"En esas circunstancias se les niega a los hijos el ambiente seguro que necesitan para crecer como seres humanos, e incluso se niegan a la sociedad aquellos pilares estables que son necesarios si se quiere mantener la cohesión y el centro moral de la comunidad", concluía Benedicto XVI. Problemas contra los que muchos países del mundo están tratando de luchar.
Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado
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