La Plata (Buenos Aires), 29 Jul. 09 (AICA)
“Desde el comienzo de esta publicación desigual y farragosa la sexualidad es presentada como una construcción histórica y sociocultural. Es lo propio de la ideología de género, según la cual lo masculino y lo femenino, el ser varón y el ser mujer, no surge de una diferencia biológica y mucho menos se identifica con ella, sino que procede de la evolución de la cultura y es, por lo tanto, cambiante”, expresa el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, en un mensaje titulado: “Orientaciones oficiales sobre Educación Sexual” referido a un documento oficial cuyo título es: “Material de formación de formadores en educación sexual y prevención del VIH/SIDA”. El material proviene de los ministerios de Educación y de Salud de la Nación y también lleva el nombre de “Proyecto Conjunto País”.
Una imposición totalitaria del Estado
En palabras del prelado: “Es una recopilación de escritos dispares, pero unificados por una opción claramente ideológica, que no refleja la variedad de posiciones que pueden adoptarse en una materia tan esencial y que ha sido objeto de discusiones en distintos ámbitos, sobre todo en la comisión creada oportunamente por el Ministerio de Educación de la Nación para definir los lineamientos curriculares de Educación Sexual”. También advierte que “por su tenor parece otra imposición totalitaria del Estado, sobre todo teniendo en cuenta la delicadeza del asunto, ya que en ninguna de sus propuestas toma en cuenta la libertad de conciencia, tanto de los alumnos como de sus padres, garantizada por la Constitución y la misma Ley de Educación Nacional”. Sostiene que “la ideología de género se expresa en este documento con el máximo rigor”, y esta perspectiva es presentada “como el instrumento para modificar significados y prácticas que, según tal visión reduccionista, son construcciones obstaculizadoras que impiden el acceso efectivo a los derechos que se enuncian, referidos al ejercicio de la sexualidad”. En ese sentido, el pastor platense manifiesta que “el propósito de modificar conductas tiene una meta privilegiada de carácter sanitario, prevenir la infección del virus de inmunodeficiencia humana y de otras enfermedades de transmisión sexual. Pero también es fuerte el acento sociológico-político, ya que en varias de las contribuciones recopiladas se enfoca la sexualidad desde la dialéctica del poder”.
La perspectiva de género, que atraviesa todo el documento, “establece una escisión en la realidad viviente de la persona humana: por un lado lo biológico, físico y corpóreo; por otro, la libertad, la creatividad que caracteriza a un ser personal y sus manifestaciones en la conducta y en la cultura”, explica el prelado, y recuerda que “una recta antropología reconoce la compleja armonía de una unidad viviente, en la que se verifica una continuidad entre lo biológico, lo psicológico y lo espiritual”, mientras que “aquella escisión es la base para afirmar, en la perspectiva de género, la elección de la orientación sexual”.
Jamás se habla de amor
Una mención particular merece en el texto del arzobispo la cuestión del amor, al señalar que “la brecha estipulada entre sexo y género explica también que, en la presentación de la sexualidad que se ofrece en el documento que comentamos, jamás se hable del amor. El sexo, al parecer, no tiene nada que ver con el amor”. Por otra parte, pone de manifiesto que en el documento oficial se emplea el concepto de “sexualidad integral” como equivalente al de “plural”: “Llama la atención el uso que se hace en el texto de la noción de sexualidad integral. Parece designarse con ese nombre los diversos usos y discursos a los que se subordinan los cuerpos, en los cuales se inscriben los géneros, es decir, las diversas identidades sexuales: femenino, masculino, ‘trans’, etc. De hecho, en el contexto, la nota de integral equivale a un plural: se llama sexualidad integral a las sexualidades; la apertura a la diversidad subraya el desprecio del bíos y la escisión antes señalada”. Y advierte que “bajo el amparo del género caben los diversos comportamientos sexuales: así se otorga carta de ciudadanía a la homosexualidad y sus variantes”.
Se descalifica la educación sexual de escuelas de gestión privada
Cita luego algunos pensamientos que se utilizaron como fuente, pertenecientes a la doctora Graciela Morgade, funcionaria del área educativa del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que califica de “moralizante” al enfoque de educación sexual de las escuelas de gestión privada. Frente a esas afirmaciones, monseñor Aguer denuncia una “inversión de las calificaciones, ya que se atribuye universalidad a la visión torcida, reduccionista, de la sexualidad, propia de la ideología de género, que el Estado impone arbitrariamente en la escuela ‘pública’ (debería decir: de gestión estatal), atropellando la libertad de conciencia de los alumnos y de sus padres, y en cambio se señala como parcializante el enfoque que integra un ‘ideario explícito’ en las escuelas públicas de gestión privada, que en el caso de las católicas presenta integralmente la realidad humana de la sexualidad, incluyendo todas sus dimensiones y también, por supuesto, el amor, la libertad y la responsabilidad moral”.
Velada amenaza a la libertad de enseñar
En segundo lugar, denuncia “una velada amenaza a la libertad de enseñar y aprender la verdad, cuando se menciona la posible aplicación de leyes nacionales e internacionales que declaran y tutelan derechos de niños y jóvenes. Digámoslo claramente: leyes inicuas, presuntos derechos. El Estado, para ejercer su inclinación totalitaria, posee una herramienta democrática: un marco común de ciudadanía”.
Por otra parte, se refiere a “la inspiración neomarxista” que “se advierte en varios de los elementos que componen la recopilación de materiales. En ellos se subraya la interpretación de la sexualidad según la dialéctica del poder. Además, se insiste en que el uso, disfrute y cuidado del cuerpo (a eso se reduce la realidad plenaria, bella y sagrada de la sexualidad humana) están fuertemente condicionados por la situación socioeconómica y educativa, las costumbres y valores del grupo social de pertenencia y las relaciones hegemónicas de género”.
Sostiene que la perspectiva de género se propone modificar los roles sexuales”, al “alterar la constitución de la familia y de la sociedad, con consecuencias impensables para el futuro de la humanidad”, y al advertir que el documento está cargado de una “potencialidad destructiva del orden familiar”, ejemplifica con el siguiente enunciado: “la perspectiva de género requiere de un proceso comunicativo que la sostenga y la haga llegar al corazón de la discriminación: la familia”.
Derecho a fornicar lo más temprano posible
En cuanto al “enfoque de derechos”, que “proclama para los niños y adolescentes el derecho al sexo como un derecho humano, y concretamente: a decidir tener o no tener relaciones sexuales, libres de todo tipo de coerción y violencia y a no sufrir ninguna consecuencia no deseada de esas relaciones”, el arzobispo manifiesta: “Ni amor, ni responsabilidad, ni matrimonio, ni familia como proyecto de vida. Se confiesa explícitamente que la educación sexual excluye la formación en las virtudes, el aprecio y respeto de los valores esenciales que constituyen a la persona en su auténtica perfección”. Y añade: “En suma, por educación sexual se entiende la reivindicación del derecho a fornicar lo más temprano posible, y sin olvidar el condón”.
Por último, expresa que “la orientación de este programa ‘educativo’ a partir de la afirmación de los derechos de los niños y adolescentes conduce a excluir la autoridad de los padres y los derechos y deberes que brotan de la patria potestad” y califica a este hecho como “una verdadera subversión del orden jurídico”, puesto que “se avizora un peligroso avance totalitario sobre la libertad de conciencia (no se menciona para nada en el texto la posible objeción) y sobre la libertad de enseñar y aprender, no sólo la de los docentes y alumnos de las escuelas de gestión privada, que pueden verse obligados a aceptar contenidos incompatibles con los respectivos idearios institucionales, sino también la de los que enseñan y aprenden en las escuelas estatales, a los que no se les puede imponer sin injusticia manifiesta una concepción del hombre contraria a sus convicciones”.
“La tan mentada neutralidad religiosa del Estado en el ámbito educativo, el célebre laicismo escolar, no es compatible con la imposición de una dogmática constructivista y atea que resulta una especie de religión secular, ajena a la tradición nacional y a los sentimientos cristianos de la mayoría de nuestro pueblo”, concluye.
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