“El aborto hace caer el Síndrome de Down”. Este genial subtítulo puede leerse en la edición de El País correspondiente al lunes 19 tiene toda la fuerza de la tautología, es decir, de la estupidez, y evoca el famoso aserto de que cortar la cabeza es la mejor terapia contra el dolor de muelas.
En general, el pensamiento progresista del buque insignia de los Polanco se resume en “muerto el perro se acabó la rabia”.
El titular revela una filosofía tan certera como rigurosa. En efecto, si se aborta a todos los niños de los que sospechan -las más de las veces se sospechan- que puedan venir con malformación, consigues reducir el número de abortos. Esto no es una idea, es un teorema matemático. Te cargas al feto y ya no nace el niño, retrasado o no.
Por la misma razón, podríamos decir que el aborto es muy salutífero contra el hambre en el mundo, dado que disminuye el núcleo de hambrientos, al tiempo que los accidentes de circulación en los viajes del Inmerso alivian la cuenta de la Seguridad social. Ni que decir tiene que los tiroteos mafiosos en las calles contribuyen a reducir la delincuencia -o al menos el número de delincuentes- y que la muerte por sobredosis acaba por reducir el número de drogadictos.
Lo dicho: progresismo es rigor. Tamben estupidez supina, pero, ante todo, rigor axiomático.
Eulogio López
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